¿Pero no te acuerdas de mí?
Tiene que ser muy raro –y resultar muy violento– que, mientras paseas tan tranquilo por la calle, se te acerque alguien y empiece a hablarte como si te conociera de toda la vida, aunque a ti no te suene de nada.
Por suerte, esto es sólo una muy buena acción de marketing callejero. Para ellos, en cambio, es la dura realidad de su día a día.
Gracias, Millaquito.