Recapitulando (con retraso)
Casi ha pasado una semana completa desde que regresé de Madrid. En ese tiempo sólo he escrito dos entradas. Sin embargo, durante los seis días anteriores –y gracias a unos pocos textos que dejé programados y a un par de artículos escritos sobre la marcha–, mi presencia en esta bitácora fue casi constante.
A raíz de esta curiosa situación me he dado cuenta de que los períodos de tiempo que he pasado en Madrid, por lo general, siempre han coincidido con las etapas de mayor ritmo de publicación. Supongo que cuando vivía allí tenía marcada una rutina diaria en la que casi siempre incluía al menos una horita para este blog.
Pero en Gran Canaria las cosas son diferentes. Desde hace unos meses llevo una vida mucho más desordenada de lo que me gustaría llevar, las distracciones abundan mucho más y, con relativa frecuencia, la inspiración decide tomarse unos cuantos días de vacaciones, sin los preceptivos aviso y negociación con la empresa. Y, claro, es esta bitácora quien paga las consecuencias.
Sin embargo, esta última semana lo que me ha tenido alejado de Un canario en Madrid no ha sido eso. Esta vez ha sido el propio viaje a Madrid el culpable de mi apatía.
Porque, además de haber pasado unos días de necesaria desconexión en casa de Eva –nunca le agradeceré lo suficiente lo bien que me trata a pesar de okuparle no sólo el piso, sino también el ordenador y gran parte de su tiempo libre–; además de las cañas con Héctor, la comida con Myriam, el aperitivo con Juan Pedro o el almuerzo con algunos de los que una vez formamos una inmejorable sección de Finanzas; además de la cena en La Bardemcilla, el interesante Café&Finanzas de Millán o la comprobación empírica del cambio de ubicación del Oso y el Madroño, estos días en Madrid han supuesto, ahora sí, el cierre de un ciclo.
Porque el objetivo principal de estos días en Madrid era cumplir con una serie de trámites administrativos que han supuesto el punto y final definitivo a mi primera etapa madrileña. Tras esta escapada, puedo decir que –de forma oficial– he logrado el principal objetivo que me propuse tres años atrás. Sin embargo, y aunque ha sido una experiencia absolutamente satisfactoria, las circunstancias que rodean su culminación no son exactamente las que hubiese preferido.
Afortunadamente, tengo algunos frentes abiertos –aunque en el contexto actual no terminan de materializarse– que, de llegar a buen puerto, me permitirían empezar muy pronto una segunda etapa madrileña, tan ilusionante como la primera.
Mientras busco la llegada de ese momento, no descarto seguir escapándome a Madrid cada cierto tiempo para seguir disfrutando de los paseos entre zanjas y obras y, sobre todo, de buenos momentos en compañía de mejores amigos. Justo lo que hice esta última semana.