Propósitos de Año Nuevo

Cada vez que un año termina, toca hacer balance de todo lo que nos depararon los últimos doce meses, para, acto seguido, pasar a enumerar todo lo que nos gustaría que nos trajeran los siguientes doce. Sin embargo, hay momentos en los que uno no está en condiciones de pedir nada al año que empieza, sino que se ve obligado a dejarse llevar lo que los acontecimientos le van imponiendo.

En esa situación, precisamente, es en la que se encuentra éste que escribe en estos momentos. Como ya comenté hace algún tiempo, tengo la inmensa suerte de empezar 2010 junto con una nueva e interesante etapa laboral. En apenas diez días me incorporo a la redacción del diario ABC en Madrid –casi con total seguridad a la sección de Economía– y, desde hace unas cuantas semanas mi vida gira alrededor de un nuevo traslado a la capital del país.

Durante los últimos días, con la mudanza cada vez más cerca, mi vida se ha convertido en una auténtica locura, intentando prepararlo todo, a la vez que acababa de comprar regalos, me reunía con amigos y celebraba la Navidad y el Fin de Año.

En menos de diez horas me subo a un avión rumbo a Madrid, donde estaré menos de 48 para firmar el contrato de trabajo y conocer la redacción, visitar un piso candidato a ser mi casa durante este año y encasquetar una maleta de 25 kilos de peso que me llevo como adelanto al primero que me encuentre, para que me la guarde hasta finales de semana.

 Volveré –si los controladores aéreos me dejan– para pasar el Día de Reyes en casa y, coincidiendo con el fin de semana, regresar a Madrid para instalarme en el piso o buscar uno si éste no me convence, a la vez que empiezo a trabajar.

Atrapado dentro de esta vorágine, de momento, no estoy en condiciones de hacer propósitos para el año que acabamos de comenzar. Me conformo con haber cumplido la mayoría de los que me planteé para el final del pasado. Y con sobrevivir a lo que se me viene encima, que no es poco.