El café de las tres iniciales

Siempre he mantenido la teoría de que los canarios poseemos una especie de radar que se activa en el preciso instante en que el tren de aterrizaje del avión que nos transporta, toca la pista de aterrizaje del Aeropuerto de Barajas. Su función es detectar cualquier persona o cosa que pueda estar relacionada con Canarias. Hacía tiempo que no lo notaba, pero hoy tuve la oportunidad de comprobar que el mío sigue funcionando.

Ocurrió hace un rato, cuando aprovechaba la hora de comer para ir al supermercado, porque estos días ando tan liado que, de la misma forma que no tengo tiempo de escribir, tampoco he podido ir a comprar. Al cruzar la calle, una furgoneta aparcada me llamó la atención, aunque la vi sólo un instante con el rabillo del ojo. Era naranja y marrón. Algo, seguramente el radar canario, me impulsó a darme la vuelta y poder leer el rótulo que tenía en el lateral: «Café, café… J.S.P.».

Instantáneamente vino a mi memoria un anuncio de televisión que se emitía en Canarias, allá por los años ochenta y que creo que se repuso hace no demasiados años. Recuero que una chica iba con la bandeja de café, el hombre dormía en una hamaca y había un papagayo, que no sé a cuento de qué venía. El jingle repetía la frase del lateral de la furgoneta y el eslogan era «El café de las tres iniciales». No sé por qué, pero me alegró un día que estaba resultando bastante durito.

No debería extrañarme de encontrarme un furgón de J.S.P. en Madrid. Sabía que tienen delegación en la capital, donde distribuyen algunos de sus productos, sobre todo café, para vending. De hecho, recuerdo que hace algunos años, cuando en los aviones aún daban comida, en un vuelo Asturias-Madrid, la leche en polvo para cortar el café era de J.S.P.

Sin embargo, encontrarte por la calle un furgón de una empresa canaria, un coche con matrícula de Gran Canaria o una botella de Ron Arehucas -que, además, es de mi ciudad- no deja de producirte una sensación agradable. Igual que cuando oyes, a lo lejos, un acento canario en el metro.

Y, no sé por qué, este tipo de cosas siempre me pasan cuando no llevo la cámara de fotos encima. Para que no quede constancia.