Los milagros existen
A veces, cuando uno mira a su alrededor y ve algunas de las cosas que ocurren en este planeta, no puede dejar de preguntarse en qué momento la Tierra dejó de girar en su sentido habitual y empezó a rotar hacia el otro lado, hacia el mundo al revés.
Porque, si este planeta sigue girando en el mismo sentido en que lo viene haciendo desde su creación, entonces, nos hemos vuelto locos.
Si no, es imposible entender porqué suceden ciertas cosas. Porqué, por ejemplo, cuando un ciudadano interviene para detener una posible agresión -cobarde, como todas- de un presunto hombre -a mí, que me demuestre que lo es- a su pareja, en lugar de recibir el apoyo y el agradecimiento de la presuntamente agredida, lo que acaba recibiendo es una paliza, que lo deja en coma, al borde de la muerte y con comentarios del tipo «si no se hubiera metido en lo que no le importa, no le habría pasado nada», flotando sobre su cabeza.
O la Tierra gira al revés, o nos hemos vuelto locos. Quien cumplió con su deber cívico se debate durante más de dos meses entre la vida y la muerte, mientras su agresor se pasea por la calle -días más tarde será detenido– y su pareja, la víctima inicial, se dedica a ensalzar lo bellísima persona que es y a defenderlo en cuantos platós de televisión haga falta, previo paso por caja. Porque, eso sí, el dinero que no falte.
En este mundo al revés, no sólo se permite negar la agresión originaria y, casi, hasta la grabada por las cámaras de seguridad de un hotel -por la espalda, a traición, siempre cobarde-, sino que cuestiona que esta persona que ha sacrificado su vida por protegerla merezca cualquier reconocimiento.
Mientras tanto, la mujer del héroe que sólo cumplía con lo que le dictaba su conciencia no se separa de su cama, esperando un milagro. Los partes que ofrece el hospital no son nada halagüeños. El enfermo ha sufrido varias crisis a lo largo de estos dos meses y su recuperación casi se descarta. La familia opina que ha dado su vida por defender sus principios, la dignidad de una persona agredida, y que, con total seguridad, si se viese en la misma situación volvería a hacer lo mismo.
Y la mujer por cuya dignidad se encuentra en coma, sigue haciendo caja en televisión. Conducta miserable la suya y la de aquéllos que le pagan. Y la de los que son capaces de verla y escucharla vomitar sapos sin que se les revuelvan las tripas. La de aquellos que, en lugar de apagar el televisor o cambiar de canal suben el volumen y se regodean en su morbo, olvidando que lo único que importa es que hay una persona en coma, cuya conducta es la única de la que se debería hablar. La única digna de elogio.
Pero he aquí que, cuando los médicos lo daban todo por perdido, el hombre empieza a intentar respirar por si solo. Le bajan, poco a poco, la sedación y empieza a despertar del coma. Abre los ojos y sigue los movimientos con la vista. Quiere hablar, comunicarse. Dicen que ha reconocido a su familia e, incluso, ha apretado la mano de su mujer.
Sigue muy grave. Los médicos desconocen el daño cerebral que ha sufrido, pero sigue luchando. Calladamente, como cuando hace un par de meses se enfrentó a un energúmeno para que no pegase a una mujer. Como un héroe.
Lo que ocurrirá a partir de ahora es imposible de predecir. Pero si este planeta girase en el sentido que debiera, este hombre debería poder salir del hospital por su propio pie, sin secuelas y con el reconocimiento de toda la sociedad. Su agresor debería pasar una larga temporada en la cárcel, cumpliendo condena por un intento de asesinato. Alguien debería dar un par de guantazos -en sentido figurado- a la víctima original, para que despierte y salga de esa realidad paralela en la que parece vivir.
Y a esos programas de televisión que viven de la basura y las desgracias ajenas los podría arrastrar una tromba de agua hacia alguna de esas alcantarillas de las que nunca debieron salir.
Ya sé que es mucho pedir, pero después de lo visto este fin de semana, me he convencido de que, a veces, los milagros existen.
Tienes toda la razón en lo que dices, y quiero creer que somos la inmensa mayoría los que opinamos como tú. Para mí él no es un héroe, porque un héroe es quién, desde mi punto de vista, realiza una acción sobresaliente, a la que cualquiera no reacciona. él hizo lo que hubiéramos hecho «todos». Por eso estoy de acuerdo contigo en que este mundo gira al revés, donde una acción justa, dentro de la sociedad, se ve como algo extraordinario. Espero que salga adelante, y espero que al violento se le haga pagar justamente por lo que hizo. De la elementa-víctima prefiero decir sólo que espero que no se generalize su actitud a las demás mujeres que sufren a estos terroristas-maridos cada día de su vida. Un saludo
Marta, me gustaría coincidir contigo, pero no estoy tan seguro de que «todos» reaccionaramos de la misma manera que lo hizo Neira. Si eso fuera cierto -¡y ojalá que lo fuera!-, él no sería un héroe, porque no habría tenido que intervenir, porque la agresión no se habría producido.
Pero, por desgracia, hoy por hoy, su conducta sigue pareciendo heroica. Saludos a ti también. 😉