Desconexión majorera
Tener un hermano trabajando en la isla de Maxorata resulta producir unos inconvenientes que, a la postre, se acaban convirtiendo en ventajas. Como ya ocurriera el año pasado, coincidiendo con el comienzo de curso, me veo cargando el coche con mil cachivaches y poniendo rumbo hacia la tranquilidad de Gran Tarajal.
Aunque este año los preparativos han sido un tanto precipitados, no puedo decir que esta escapada me haya cogido por sorpresa. Sin embargo, supongo que un poco por la vorágine de la llegada a casa y mil cosas por hacer y otro poco por agotamiento físico y mental, tras un final de agosto de locura, parto hacia Fuerteventura con muchas ideas pendientes de plasmar en el blog, pero ninguna lista para ser publicada en estos días de ausencia.
Mi hermano ha cambiado de piso y aún no le han instalado el teléfono -y, por tanto, tampoco Internet- y, aunque ya lo tuviera, tampoco me llevo el ordenador. He decidido que éstos serán unos pocos días de auténtica desconexión, que se irán entre la arena, el mar, algo de lectura y quizá -sólo quizá- unas pocas sesiones de escritura tradicional: a mano.
Necesito descansar física e intelectualmente; olvidarme de la realidad y de la actualidad por unos días. En definitiva, unas vacaciones. Por ello, aunque no lo descarto, no prometo volver con unos cuantos microrrelatos o varios artículos más o menos interesantes a punto para ser publicados.
Lo que sí prometo es volver con ideas frescas y fuerzas renovadas hacia el próximo lunes, el Día del Pino.
Hasta entonces, me voy desconectar.
Cuidado con las cabras y los cabritos… jejejejej…
¡Qué razón tienes con eso de desconexión majorera! Si a Unamuno lo desterraron aquí por algo…
Es bromita, que con buena compañía se está muy bien.
En cualquier caso, Millaquito, veo que ya no estás desconectado, ¿no? 😉