Bloqueo mental
Después de algo más de un año sin usar una corbata, ya que, mientras estaba en el Banco, durante el verano no las usaba y, en mi caso, el verano empezaba después de Semana Santa, me veo obligado a usar esa prenda con cierta asiduidad durante, al menos, las dos próximas semanas. Cuando, ayer por la mañana, tuve que ponérmela, surgió el problema.
Porque, simple y llanamente, me quedé bloqueado. No era capaz de recordar cómo hacerme el nudo. Confesaré que las primeras veces que tuve que usar esa prenda en bodas, la orla… el nudo me lo hacía mi padre. En el momento en que tuve que empezar a llevarla a diario, no me quedó más remedio que aprender anudarme la corbata yo mismo.
El tipo de nudo que hace mi padre es mucho más complicado que el que hago yo. Aprendí a hacerlo gracias a internet. Hace años, encontré una página que explicaba, paso a paso, cómo hacer varios tipos de nudos. Escogí aprender el más sencillo. Desgraciadamente, esa página ya no existe y no tengo tiempo de buscar otras en que puedan dar los mismos consejos.
Por eso, verme frente al espejo, totalmente bloqueado e incapaz de anudarme la corbata se me antojó tremendamente frustrante. «¡Si es el nudo más sencillo de todos y lo hice casi a diario durante mucho tiempo! ¿Pero cómo he podido olvidarlo?» Tardé alrededor de diez minutos, cuatro vueltas por el piso y no sé cuantos intentos, en recordar cómo se hacía, pero al final lo recordé y pude salir con la corbata puesta, pese al calor. Por culpa de esta tontería casi llegué tarde a la presentación de resultados de Bankinter.
El problema es que mañana tengo una comida y, luego, cuatro presentaciones de resultados más. Y, claro, una vez que te quedas en blanco, parece que la posibilidad de que vuelva a suceder está más presente que nunca. Igual que en los exámenes, la ansiedad crea más ansiedad. Si vuelve a pasarme, le echaré la culpa al calor. Es lo que se hace últimamente con todo por aquí.
Yo, que pensaba que al cambiar la banca por el periodismo iba a dejar de lado las corbatas, me veo pidiéndole a mi madre que me traiga este fin de semana unas cuantas de las que tengo en casa. Y, lo peor de todo, si no fuera por el calor, estaría encantado de volver a llevarlas.